sábado, 25 de agosto de 2012
Ya pueden comprar mi libro "formato Ebook"
“La existencia es un viaje en el que no existen los caminos llanos: todo son subidas o bajadas”.
Arturo Graf
Uno
Era difícil saber cuanta densidad se había acumulado cerca de la medianoche, ni siquiera la raída niebla que escorzaba la oscuridad podía desaparecer las escasas estrellas que insistían en desaparecer. Demasiados brindis, abrazos, los mejores deseos, pero no lo que esperaba. ¡qué noche aquella! nada podía conmover a Rady Scoot y, casi sin darse cuenta, el cansancio y la impenetrada angustia lo condujeron directo a su habitación. Tropezó sin darse cuenta con cuanto objeto se le atravesaba en el corto trayecto de la terraza al dormitorio. El lecho se le ofreció como un remanso claro, se sentó al borde, cubrió con ambas dos manos su rostro entrando sin querer en una oscuridad diferente, sin resquicios, más propia, quizá más ajena, pero acogedora. Se echó sobre la cama, estaba de pronto dentro de su propia intimidad, no podía esconder su frustración, no tenía donde ir…un llanto emergido de un suspiro profundo fue inicio de un llanto convulsivo que ya no podía contener y que lo inundaba por completo.
Aquella tarde se enteró que había aprobado las últimas pruebas parciales de su curso preuniversitario con excelentes calificaciones.calificaciones. Con ello el ingreso a la universidad ya era un hecho. Sus padres le habían preparado una cena para festejarlo e invitaron a sus amigos y parientes. Esperaba en medio del festejo el anuncio de la promesa cumplida de sus padres, en caso de responder a sus estudios en forma satisfactoria. Ellos estaban conformes con su logro, pero llegado el momento, de un modo inexplicable, lo obviaron, le restaron importancia y de plano se lo negaron como si no tuviera la menor importancia.
Aquel día el sol brillaba en un cielo desprovisto de nubes, la ciudad había dejado a un lado su apariencia gris y se teñía de verde, mientras que las flores estallan en colores en los parques cercanos. Miraban los daffodils de intenso amarillo brillante. Luego de un breve silencio, su padre, en un arranque de entusiasmo, mezclado de dudas, le preguntó que deseaba si llegaba a la universidad. La respuesta de Rady no se hizo esperar: un convertible Bentley Continentale S1, color champagne. Hecho –contestó el padre. Así de simple sonó la promesa y ésta caló hondo en su alma juvenil durante aquel frío y brumoso febrero londinense de 1959. Lo había soñado reluciente, y se veía a sí mismo en el espacioso interior de aquella obra de arte mecánica color champagne. Comentaron por largos minutos varios detalles sobre su apariencia, características y el uso que le daría. Ambos lo dieron por hecho en aquella conversación simple y llena de camaradería.
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